martes, 11 de octubre de 2016

Etapa colonial

Etapa colonial

Con la llegada de los españoles a Cuba se produce el nombrado choque entre dos culturas, la indígena y la ibérica, provocando la mezcla de diversos elementos que conformaron un verdadero mosaico étnico y cultural en la isla. Durante los siglos XV y XVI predomina la [[Música Eclesiástica|música eclesiástica, junto a la música popular extremeña, canaria, andaluza y castellana descendiente del romancero y la tradición Guanche, con el uso de instrumentos como el laúd y la guitarra. También llega la música militar, acompañada por tambores y flautas.
Vinculada al culto católico, credo establecido en Cuba a partir de la conquista y colonización de la Isla, la música encontró en la Iglesia la institución que preservaría para el futuro las primeras pruebas documentales de actividad creativa autóctona en esta manifestación artística. La música era un monopolio casi exclusivo de la Iglesia Católica; esta representaba el único centro de trabajo de carácter permanente para laborarla profesionalmente, institucionalizando los estudios e introduciendo instrumentos y formas musicales de una gran complejidad, aunque sin preocuparse mucho por transcribir musicalmente los cantos indígenas con propósitos de preservación.
A principios del siglo XVI, la villa de Santiago de Cuba se convirtió en un punto de entrada de nuestros colonizadores, y además en un trampolín para la conquista de otras tierras. Venían músicos que seguían rumbo a otros parajes, pero dejaban huellas a su paso. A mediados de siglo, esta villa ya contaba con su catedral y con un órgano ejecutado por el primer músico notable que se conoció en la isla, nacido en Santiago: Miguel Velázquez, quien había estudiado música en España. En 1544 asume la responsabilidad de canónigo de la catedral; al mismo tiempo, trasmite sus conocimientos a la población. Según la historia, ya a finales del siglo XVI existía en esta comunidad el primer conjunto de instrumentos que tenía pífanos, viola y violín y que amenizaban las actividades dentro de la iglesia, así como las fiestas populares.
La división del gobierno de la Colonia entre dos autoridades, en 1607, permite algo más de atención a la parte oriental de la Isla, y cierta atención a la música. Aparece allí como organista, en 1622, un Juan de Mesa Borges, seguido en 1632 de un Juan de Zabaleta y en 1646 por un Fernando de Espinosa. En 1655 la Catedral de Santiago carece de libros de canto llano y se comisiona a alguien para traerlos de México. La importancia que por estos años ha ido adquiriendo la Capital de la Colonia hizo intrigar al clero para lograr el traslado de la Catedral a La Habana. Con el crecimiento de La Habana, transformándose de aldea marinera en pequeña ciudad, se propició una mayor atención a las ceremonias del culto. Con lo cual el factor religioso aunque en pequeña escala, intervino en el incipiente desarrollo de la música, con las actividades realizadas en ese sentido en la Parroquial Mayor, principalmente.
Los siglos XVI y XVII resultaron centurias de gestación para la nación cubana; pero ya en 1722 surge en Santiago de Cuba el Colegio San Basilio El Magno y en 1728, la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana. El Real y Conciliar Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio queda abierto en 1773. El Seminario San Basilio Magno inició con solo dos cátedras: Gramática Latina y Canto Eclesiástico. La enseñanza fue atrasada, escolástica y limitada, realidades que no le quitan el mérito de ser la primera institución de enseñanza superior de la Isla, donde ejercerían el magisterio figuras de gran relevancia en la historia de la cultura cubana como Esteban Salas, padre de la música cubana.
Las tradiciones del canto coral se desarrollaron a través de la práctica del canto de iglesia: motetes, cánticos e historias sagradas. El órgano está presente en la música sagrada, pero también el arpa, el fagot, la viola, y el violín. Las iglesias se vuelven verdaderas salas de concierto donde además de la música europea se escuchan también composiciones de maestros cubanos. El ejemplo de Esteban Salas y Castro, director de la capilla de música de la catedral de Santiago de Cuba, es significativo. Él compone música litúrgica (misas, réquiems, letanías, salmos pasionarias), pero también temas cantados en español, lo que es rarísimo en la época en el marco religioso: poemas pastorales, villancicos, y diversos cantos a varias voces. Además de los instrumentos ya citados él utiliza el bajo continuo, la flauta, el oboe y el corno.


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